sábado, 8 de enero de 2011

Puntas de Alfiler.

El telón se cierra y cae sobre la ciudad. Esa ciudad que guarda tantos universos y que pasó a ser conocida cuando era una simple desconocida en la lejanía. Hoy Madrid es esa ciudad que me ha acogido durante muchos años, un lugar que ha sido testigo mudo y sordo de mis pequeñas evoluciones. De aquel post-adolescente que llegó a Madrid sin saber lo que era un botellón queda ese mundo propio capaz de envolverlo todo, pero que ha tenido que ir cambiando de decorados e invirtiendo cada vez más en pinturas para que la realidad no lograra traspasar y difuminar los colores que deben inundarlo todo. Madrid suele ejercer una fascinación que conmigo nunca ha terminado de funcionar, no sé sí es porque para mí era una ciudad agreste o porque estoy hecho para otros lugares, el caso es que dejó atrás las calles de Lavapiés, de Malasaña y de La Latina con cierto alivio mezclado con nostalgia. Sería injusto no reconocer todos esos momentos que han impregnado muchos rincones de esos lugares conmigo de protagonista. Cada pequeña vivencia de esta ciudad es una punta de alfiler, sumadas mantienen el equilibrio y me permiten moverme y caminar por la maraña de recuerdos, pero cuando aislamos uno de esos alfileres el riesgo de que se deslice y se clave aumenta. Resulta a veces ya difícil detectar que queda en los recuerdas, en esos alfileres, si lo que recuerdo es lo que pasó, lo que me hubiera gustado que pasara, o simplemente no pasó, pero las realidades están para transformarlas y los recuerdos para ser rediseñados, y en todo proceso cuenta lo que se percibe. En el camino de alfileres recordaré aquel paseo por Madrid a las 3 de la mañana con dos amigos más sin rumbo, descubriendo la ciudad, pensaré en aquellos ojos verdes que me encontré en mi primer día de clase y que me han acompañado desde entonces con desigual intensidad. No me olvidaré de un autobús donde acabé sentado con quien ha sido mi compañera más leal.

Cada uno de nosotros está lleno de personajes ya secundarios de lujo que también dieron y tuvieron un sentido, yo me he encontrado con muchos, algunos fueron principales efímeros, otros dejaron su levedad al pasar, otros viven en mis recuerdos, a otros me gustaría borrarlos pero son demasiados pesados y de otros sólo me acuerdo cuando rebusco profundamente en esos cajones de la memoria que tienen echada la llave. Puntas de alfiler que pinchan al fisgar entre ellos, puntas de color rubio con aromas a Tenerife que me ocuparon un largo tiempo y que de vez en cuando cruzan mi mente para recordarme las promesas que nunca se deben decir, el contacto que se pierde irremediablemente por mucho que se negara esa posibilidad. Puntas de alfiler con sabor a sal que sirven para demostrar lo que es una persona cuando está enamorada de ti y lo que pasa cuando degradas y ocupas simplemente otro lugar sin más efectos. Hay tantas puntas de alfiler, que no puedo navegar entre ellas con las palabras, y me encuentro entre todas ellas con esas flores que inexorablemente acompañan a lo que pincha. Al final todas las vivencias no son más que esa amalgama de sentimientos, encontrados, con desencuentros…Dejó aquí muchas cosas, la tela va cayendo, lo cubre todo y esos personajes que me han acompañado pasan a la oscuridad para convertirse en voces o letras. Mientras, me pregunto las ganas que tengo de ser un desconocido de nuevo, de ser yo quien sin historia cree mi historia, de pasear por las calles de una ciudad y sentirme rodeado de la nada, porque al final lo que cuenta es la arquitectura que creamos a nuestro alrededor, esa que surge de la imaginación, de la creatividad y de la intuición. Ahí les dejo Madrid y mi sentimiento pesado o leve, otro telón se abre. Hasta pronto.

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