martes, 20 de julio de 2010

FIB: British Invasion

Ir al FIB es algo así como una experiencia única en habitabilidad básica, claro que hay modos de irse a un hotel y combinarlo, incluso de que parezcan unas vacaciones lujosas salpicadas con destellos musicales. Pero la vida festivalera al límite conlleva ese paso a la tienda de campaña, ese andar tirado en un páramo yermo en donde una roca plana empieza a parecerse a una comodidad.

No era uno de mis planes de partida irme al festival fue una idea que surgió con unos compañeros, algunos amigos, la idea pasó a convertirse en hecho, a pesar de que de los cuatro sólo quedamos dos, visados extraños a un lado y dependencias varias al otro redujeron el grupo. En esa idea inicial renuncié al abono de cuatro días y me conformé con tres, lo que supuso que me despidiera de Kasabian, que es un grupo que me interesa pero que al final según algunas crónicas festivaleras resultó por debajo de lo esperado. Así que mi momento festival empezó en la estación de Sol un viernes alas 11,30 cuando necesitaba irme al aeropuerto a coger uno de esos vuelos infernales de Ryanair. Era el primer paso, por el camino podías identificar diferentes especies de modernos mochileros, y cual rebaño no era difícil adivinar que para todos el destino no era otro que ese pueblo valenciano que acoge el FIB. La invasión había comenzado unos días antes y proseguía.

En Valencia ciudad, todo era más evidente y el tren para llegar a Benicassim era todo un muestrario de las tipologías festivaleras. Tras una hora de trayecto en donde mi ‘trabajador’ amigo no paraba de dibujar con el ordenador y yo dormitaba, llegamos a esa estación medio perdida en la nada. La procesión comenzaba, entre guijarros e ingleses nos íbamos desplazando como las ovejas acompañados por gritos de ‘sangría, water, beer’ . Tras algunas vueltas, por la clarísima señalización del festival, terminamos por encontrar un trozo de tierra seca y al aire en donde montamos nuestra casa ‘habitable’ por tres días, y vuelta a la aventura, concretamente búsqueda del Mercadona más cercano, de fondo y entre el ruido de la gente distinguía los acordes de Cola Jet Set, que siguen sin tener un buen directo. Cargados con bolsas, y tras los pertinentes tintos de verano nos fuimos a ver a Hot Chip. Tenía curiosidad por ver cómo sonarían en el Escenario Verde (el principal), y lo cierto es que el sonido resultó en algunos momentos alicaído, especialmente poco intenso sonó el genial single ‘I feel it better’, tanto sintetizador se perdía en el mundo verde, el público parecía entregado pero algo distante. Aunque hubo momentos conseguidos como con ‘One life Stand’ o piezas más antiguas como ‘Ready for the floor’, lo cierto es que no podías quitarte de la mente la sensación de que todo daba para mucho más, de que la manada de británicos que se agolpaba también hubiera querido un ambiente más cálido, que las voces no sonaran tan ahogadas y que en definitiva el espectáculo fuera mucho más potente. Con escaso tiempo, ya se sabe la tiranía horaria del FIB, Goldfrapp montaba su show en otro escenario, sin pantallas, pero igualmente espectacular. Y no engañaban, sus ritmos electrónicos, sus sintetizadores, sus destellos, y la increíble presencia escénica de Alison Grolfrapp hacían el resto. Un repaso acertado por su nuevo disco con momentazos como el de ‘Rocket’ y también esa vuelta al pasado con temas como ‘Strict Machine’ cerraban el mundo de los coqueteos electrónicos y abrían el paso al cabeza de cartel de la noche, Vampire Weekend.

Lo que más me sorprendió de estos chicos, además de su juventud, es su inmensa capacidad para conectar con la mayoría del público, conseguir un lleno absoluto, costaba respirar entre la gente, y costaba también parar de corear, de gritar, de seguir unos ritmos y unas melodías que los han catapultado a un estilo único y a un mundo en el que deben permanecer. La gente estaba loca, las botellas de agua, los hielos volaban (ya se sabe el tópico de locura inglesa, a veces no es tan tópico ni tan incierto). Tanto los temas del disco de debut, como los del genial ‘Contra’ se mezclaban dando un conciertazo que para mí fue de los mejor del festival, y que deja a estos chicos no como una promesa sino como una banda capaz de volver loca a una multitud. Y la noche acababa con Dj Shadow.

Intentar dormir en un camping de un festival era una tarea difícil, por un lado aún resonaban los sonidos de una noche larga y por otro los gritos se sumaban a una sensación de calor pegajoso, lo más parecido a aquello debe ser intentar vivir en un invernadero. Así que tras varias peleas con elementos adversos caí dormido, hasta que el calor empezó a multiplicarse, me dí cuenta que amanecía, y como un autómata cogí mi toalla y nos empezamos a mover rumbo a la playa, cuyas arenas serían nuestro colchón durante las siguientes doce horas. Al final y tras ganar en moreno, y en charlas, y sentirme de nuevo como uno de esos niños que son capaces de pasarse horas y horas sumergidos en agua hasta que sus manos están tan arrugadas como las de un viejo, volví a pasarme por el supermercado e iniciar mi peregrinación, esa media hora infernal hasta el camping. Ducha, jamón cocido (al sol), y copas mediante y fuimos a ver a Ian Brown, que no me pareció malo pero que no es que consiguiera emocionarme en exceso, supongo que somos de generaciones diferentes y a mi me quedó un poco lejos. La audiencia británica enloqueció por completo (no sé si por el show o por otras cosas) con The Prodigy que demostraron su capacidad para dar energía y para que una hora y media parezca un recital de una misma canción repetida machacona, con muchos Fucks y con la misma ausencia de gracia. Todo muy para que las toxinas de los drogadictos se esparcieran, sudor contra sudor por el escenario verde. El talento compositivo o vanguardia quedaban en un segundo plano. El cartel principal se cerraba con Klaxons que por fin darán continuidad a su debut y ya tienen un flamante nuevo single ‘Echoes’. Flojo Sábado.

El domingo era el día que más esperaba, me apetecía mucho dejarme llevar por el soft pop electro de Lily Allen, así que la cancelación de su concierto no me sentó nada bien. Primero porque da la impresión de que se toma muy poco en serio su carrera musical, segundo porque suena más a borrachera londinense y estado de destrucción masiva que a una enfermedad real que le impidiera venir al FIB, y lo peor de todo porque es la segunda vez que hace lo mismo, así que un cero a la supuesta profesionalidad de Allen. La sustituta fue una desdibujada Ellie Goulding que demostró con sus apelaciones constantes a que aquel no era su sitio (tocaba en el escenario principal) y que introducía cada canción y andaba con su guitarra dando un toque acústico a todas sus canciones. No llenó ni consiguió generar calidez, fue una especie de trámite, un pequeño fiasco como su álbum debut. Two Door Cinema Club dio un concierto impecable en uno de los escenarios secundarios y demostró que ser debutante no es un condicionante para dar con las teclas adecuadas y dejar contenta a la audiencia con una sucesión de buenas canciones.

Ya en el principal de nuevo Dizzee Rascal fue in crescendo y volvió loca a la multitud británica con temazos incontestables como ‘Dance wiv me’ junto a Calvin Harris o ‘Dirtee Disco’. El festival cerró a lo grande con Gorrillaz, pese a que la hora, la una de la madrugada y cierta parte del público parecía más interesada en molestar o quejarse que en dejarse llevar por una estupenda puesta en escena, las letras enormes del grupo y una pantalla gigante que se iba llenando con vídeos. Impresionante Damon Albarn, y un público que agradeció además de los temas de ‘Plastic Beach’ los increíbles ‘Feel Good Inc’ y por supuesto el cierre con ‘Clint Eastwood’.

Y así se despedía el FIB para mí, tenía que despertarme a las seis y recoger el campamento. El despertador sonó, me levanté, y medio dormido volví a recorrer la vuelta hasta la estación de tren, atestada de gente, una hora más tarde el tren me llevaba rumbo a Valencia, muy justo en horarios necesité de alguna carrera, hasta que por fin descansaba en el avión de Spanair que me llevaba de vuelta. Y ahora miro a mi alrededor y mi recuerdo del FIB es mi intenso moreno y esta pulsera recuerdo de todo lo que fue. Hasta el año que viene.

1 comentario:

Alejandro dijo...

Muy buena cronica!
La verdad es que las bandas que valieron mas la pena son bandas que merecen mas ir a ver en un show exclusivo que en un Festival donde el publico es diverso y sus expectativas limitadas. Aun asi fue una muy buena experiencia y a veces vivir con esas "comodidades" tiene que servir de experiencia para vivir de manera mas realistica lo que significa un Festival de estas caracteristicas.
Saludooos!!!!

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