martes, 11 de marzo de 2008

La Casal Azul en concierto. Sensaciones.

Un mundo repleto de colores, de burbujas azules, rojas, amarillas, naranjas, verdes, moradas, una persona en medio de ellas que va volando que las va explotando y se va metiendo en ellas sintiendo una sensación diferente en cada momento. Una burbuja explota y te llena de adrenalina, no puedes parar de saltar, de mover tu mano, de sonreír, de recordar todas esas pequeñeces que han hecho tu vida, que la volverán a hacer. Otra burbuja se solapa y ahora caes en la cuenta de esas palabras que has dicho, de esas historias vividas, que ahora son un pasado, un futuro de ese pasado, ganas de escapar, de no quedarse quieto, de no dejarse engullir por esa soledad, por volver a la vida. Un globo rojo aparece mientras vuelas y te hace ver a un público volcado, que se conoce cada una de esas historias comunes pero particulares, que grita, que siente con cada nota, que agradece los brotes de timidez y de espontaneidad de quien ha hecho del amor algo más tierno que doloroso, alguien que de verdad te hace recordar mucho, a veces demasiado con sus letras.

Las burbujas acaban explotando por completo y ya solo queda una mezcla infinita de sabores, de colores, de galletas, de chicles… El recorrido acaba y te bajas de todo esa montaña rusa con la alegría de haber hecho un recorrido a tu propia historia, unas veces agradeciendo el apoyo de quien estuvo ahí, otras recordando lo prometido y olvidado pero al final no puedes más que rendirte al canto optimista de Guille. Emocionar es lo máximo a lo que puede aspirar alguien que se dedica a la música, y LCA es una emoción constante, cualquiera que estuviera ayer en el concierto lo puede entender.


1 comentario:

Alvaro dijo...

Totalmente de acuerdo.

La Casa Azul es, más que un grupo de música, un estilo de vida.

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