lunes, 29 de marzo de 2010

De todo lo inesperado y lo esperado.



A menudo estamos tan concentrados en establecer barreras automáticas que todos nuestros mecanismos están perfectamente engrasados para neutralizar los tropiezos en las relaciones humanas. Una decepción aparece ya muchas veces como algo esperado, sin embargo en esa realidad escéptica que vive disfrazada de realismo puro, no hay nada que descoloque más que lo inesperado. Lo esperado aunque alimente más el escepticismo al que es fácil venderse tiene una certeza y un punto de control que se esfuma cuando te descolocan, y sacuden tu mundo. Como en un terremoto, mucho se queda igual pero otras tantas cosas se mueven, las estructuras pueden dañarse, en este caso nuestros pensamientos pueden entremezclarse, acabar rompiendo la configuración preestablecida y fluir. Lo que ocurre es que todas las alertas empezarán a sonar cuando nos empeñemos en ser un fluido, el miedo querrá que nosotros mismos boicoteemos lo que nos hace tambalearnos, y todas esas reticencias serán amplificadas, porque a lo que tenemos miedo es a que cuando somos más dos que uno, no controlamos una buena parte de lo que ocurre y una parte de nuestra mente dependerá también de otra externa. La única certeza es la ausencia de ella, pero en ella está el mismo sentido de lo inesperado.

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